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viernes, 2 de agosto de 2013

El general San Martín, la cultura y la educación



Por Jorge Surraco Ba

         Para abordar el tema del presente título, creemos apropiado preguntarnos ¿qué educación tenía el mismo San Martín, más allá de su formación militar? ¿Cuáles eran las lecturas que nutrían su pensamiento y su espíritu?
            De su formación militar sabemos que ingresó a los 11 años de edad, en 1789, al regimiento de infantería de Murcia donde revistaba su padre y que en 1793 recibió los despachos de subteniente del mismo regimiento. Luego devienen las acciones militares en las que interviene hasta la decisión de regresar a América. Mucho más de su formación no se conoce hasta el momento, más allá de los imaginativos relatos sobre su infancia en Yapeyú, teniendo en cuenta que sus padres se trasladaron a España cuando el futuro Libertador tenía tan sólo seis años.

            De sus lecturas se sabe algo más. Es notable como en esos tiempos sin comodidades en el trasporte, San Martín llevara consigo a Buenos Aires, luego a Mendoza, después a través de Los Andes a Chile y más tarde por mar hasta el Perú, una biblioteca considerable de 800 volúmenes, parte de de los cuales (algunos datos hablan de 439 volúmenes y 77 láminas), servirá de base a la biblioteca creada y reglamentada por él en Lima (17 de septiembre de 1822). El examen del catálogo de dicha biblioteca (en lo referido a la donación de San Martín) permite conocer el ámbito de sus lecturas: cuatro quintas partes son libros franceses, pocos ingleses, el resto españoles; ante todo valiosas colecciones de enciclopedia general (Voltaire, Rousseau, Montesquieu) o de ciencias, oficios y artes (como ser viticultura, relojería, cría de ovejas), 80 volúmenes sobre temas militares; una docena sobre marinas; 250 de historia; 70 de geografía y viajes; 150 de literatura, con uno que otro Quevedo o Calderón, sin faltar Cicerón y Salustio; alguna matemática y pocas de filosofía y ciencias abstractas. [1]


        De este listado puede inferirse que conocía el idioma francés y el inglés, por lo menos en cuanto a la lectura, aunque por otras anécdotas se desprende que los hablaba a ambos. También podía entender latín, griego e italiano. Conocía a los enciclopedistas franceses, de cuyos idearios estaba imbuido como todos los revolucionarios americanos y le preocupaba la formación de las personas en oficios, especialmente los relacionados con las tareas de labranza. En más de una oportunidad manifestó que una vez retirado de la vida militar, su deseo era trabajar en una chacra, cosa que hizo por muy poco tiempo en Mendoza, luego que delegara el mando del ejército a Bolívar.

            Los volúmenes de contenido militar como los de historia, matemáticas, filosofía, geografía y viajes, son casi obvios en un profesional de la guerra que, además demostró ser un gran político, tanto en la conducción de su ejército como en el ejercicio del poder en Mendoza, Chile y Perú, e inclusive frente a Bolívar en Guayaquil. Lo que llama la atención es su interés por la literatura y las marinas, es decir en la pintura de escenas de mar. Indagando un poco más, se descubre que tenía una gran afición por el mar: "el mar fue siempre para
San Martín un punto de seducción y vino a ejercer sobre él una influencia tal, que los primeros ensayos artísticos los consagró a las marinas. Sábese que además de ser un buen dibujante era un buen colorista y que solía decir que en caso de indigencia dibujando marinas podía ganarse la vida".[2]  Otro aspecto poco conocido y difundido del Libertador. Se conoce poco también que durante casi un año, integró la plana mayor de una fragata española, la Santa Dorotea, con la que libró seis campañas hasta que fueran derrotados por un buque inglés. Su gusto por el mar no estaba solo en la pintura.

            Pero la de Lima no fue la única biblioteca que fundó o ayudó a fundar. Contribuyó con 10.000 onzas de oro para !a fundación de la biblioteca nacional de Santiago de Chile. Además, siendo gobernador de Cuyo, planeó el colegio de la Santísima Trinidad, en Mendoza y la biblioteca de esta última ciudad, a la que donó 700 libros, aparte de un sextante, un teodolito, un pantógrafo, un telescopio con pedestal, un nivel y un transportador.[3] Si estos datos son ciertos la biblioteca del general San Martín superaba los 1.200 volúmenes sumando los donados a Lima. Lo que también puede apreciarse es que se iba despojando de sus bienes culturales en cada promoción de la cultura popular.

            Pero no sólo regalaba libros sino que también se preocupaba por la función editorial y la difusión de la imprenta. “Durante su estada en Córdoba en 1814, el Libertador intentó la promoción de la cultura histórica mediante la reedición de los Comentarios Reales de Garcilaso. Ocurrió que en una de las frecuentes reuniones que se celebraran por entonces, con la presencia de prestigiosas figuras de la tierra cordobesa, surgió en la conversación el recuerdo del inca Garcilaso de la Vega. Se pronunciaron palabras conceptuosas para el talentoso cronista cuzqueño cuya obra —aparecida en el siglo XVII— estaba prohibida por las autoridades españolas desde treinta años atrás. San Martín, entonces, tomó la iniciativa de reimprimir la secular obra, lo cual se acogió con muestras de entusiasmo. El doctor Miguel Calixto del Corro fue elegido para redactar un escrito que obtuviera suscripciones, las que se fijaron en tres pesos cada una. Colector y tesorero del proyecto fue el doctor José de Isasa, mientras que el doctor Bernardo de Bustamante quedó como revisor de la obra”.[4]

            Varios documentos demostrarían que San Martín introdujo la imprenta en Cuyo antes del 20 de enero de 1817. El primer documento consta en un libro manuscrito que hace las funciones de copiador de la correspondencia del gobernador de la provincia de Cuyo don Toribio de Luzuriaga. Se trata de un oficio dirigido al creador del Ejército de los Andes en el momento en que éste partía hacia la cordillera y que decía lo siguiente: "los 5 sujetos de que se me trata V.E. empapel de hoy destinados al manejo de la imprenta, caminarán en poz del Exto. al tiempo que V.E. se sirbere prebenír". [5]


Un impreso fechado 27 días después del oficio anterior y que se encuentra en el Archivo Histórico de Mendoza dice: "Ciudadanos heroicos: gozad ya el fruto de vuestras virtudes y constancia. El enemigo en numero de más de dos mil hombres fuertes, ha sido destrozado completamente en la Cuesta de Chacabuco...". [6]  
            En el citado copiador de Luzuriaga consta el siguiente oficio dirigido al vencedor de Chacabuco: “15 de marzo de 1817. Como don Manuel Cotízales y don Ramón Astorga destinados al manejo de la imprenta me representasen los graves perjuicios que se les seguían de su permanencia en esta capital les consedí audiencia para pasar a esa como lo insinué a V.E. oportunamente. Sin embargo irá la imprenta bien acondicionada en primera ocasión de que daré aviso a V.E.".[7]  Parece que la imprenta acompañaba al Ejército de los Andes.

            Siendo gobernador de Cuyo tuvo que intervenir en un asunto escolar promovido por un maestro, Francisco Javier Morales, considerado como el más destacado educador de la época. Se trataba de un pedido de abolición de la norma dictaba por la Asamblea del año 13 que prohibía los castigos corporales. Hasta ese momento, el sistema disciplinario era el de la violencia como medio de convicción para la obediencia y buena conducta de los educandos. Lisa y llanamente se azotaba a los estudiantes que se mostraban remisos o rebeldes en el cumplimiento de las normas escolares. Esto abarcaba no sólo las indisciplinas sino también el acto de no estudiar e inclusive no entender. “La letra con sangre entra”, regía la actividad didáctica. El maestro aducía que desde la norma dictaba por la Asamblea ya no podía ejercer su función pedagógica.           

            San Martín gira el pedido al Ayuntamiento en busca de asesoramiento, el que luego de una serie de consideraciones, directamente aconseja al gobernador que “permita la pena de azotes, pero con un coto racional.”  San Martín dicta una resolución por ante el escribano de gobierno Cristóbal Barcala que dice lo siguiente: “Mendoza, noviembre 23 de 1815. Siendo el trasero una parte corporal y a los ojos modestos muy mal quista,[8] donde se pretende castigar, cuando no puede ser oída, ni puede ser vista, declaro que no ha lugar. Sólo se concede al suplicante dar doce azotes a lo sumo y en la palma de la mano, con el guante. Firmado: San Martín”. [9]  Ironía, espíritu travieso, conocedor de los hombres y un adelantado respecto a los educadores de la época.

   Quien deja otro testimonio de la preocupación del Libertador por la educación es Diego Thompson, misionero inglés evangélico y propagandista del sistema pedagógico de Lancaster. En julio de 1822, Thompson se entrevista con San Martín en Lima, Perú para que lo introdujera en el medio y facilitara su labor. El educador cuenta como es recibido, apoyado y ayudado por San Martín que le abre todas las posibilidades presentándolo inclusive al Marqués de Trujillo, que era el Regente Supremo del gobierno de ese momento.[10]

            Evidentemente, el general San Martín no pensaba solamente en la acción militar para lograr la autonomía de las naciones americanas, ("la ilustración universal, (es) más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia"). Se fundamentaba en la libertad y los derechos de todos los seres humanos más allá de su condición social. Decía: “La ignorancia es la columna más fuerte del despotismo". O también: "Mantener el pensamiento encadenado es impedir que el pueblo adquiera el conocimiento de su dignidad". Esto también puede verse en la forma de tratar a su tropa rasa y en el respeto con el que se dirigía a “nuestros paisanos, los indios.”  Cuatro frases o máximas si se quiere, que bien pueden aportar o explicar las razones del odio en los no debates de nuestra actualidad política.
 
[1] De un artículo publicado en el diario La Prensa en 1942, por el Capitán de Fragata T. Callet Bois y reproducido por el suplemento del diario La Razón en 1978.
[2] De la biografía escrita por el historiador Pacífico Otero.
[3] Diario “El verdadero Amigo del País”, noviembre 16 de 1823, reproducido por el suplemento del diario La Razón sobre San Martín de febrero de 1978.
[4] Piñeiro, Armando Alonso, El Supremo Americano. reproducido por el suplemento del diario La Razón sobre San Martín de febrero de 1978.
[5] Suplemento del diario La Razón sobre San Martín de febrero de 1978.
[6] Idem ref. 5.
[7] Idem ref. 5
[8] Quista (to), de querer, sólo usado en locuciones: mal quista (to) y bien quista (to).
[9] Archivo Histórico de Mendoza, reproducido en la página 7 del diario La Razón del 25 de febrero de 1978.
[10] Varetto, Juan C., Diego Thompson, Apóstol de la Instrucción Pública, Buenos Aires, 1918. Reproducido por José Luis Busaniche en Estampas del Pasado I, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.

sábado, 1 de junio de 2013

LA ESCUELA NORMAL Y SU DIRECTOR FIDEL LUIS ALVELDA



Por el Prof. Gustavo Cichero

Este blog dedicado a la enseñanza entiende que debe ocuparse también de quienes han hecho de esta profesión una vocación y una entrega de vida que lo colocan en el recuerdo y el respeto de la sociedad, como así también la referencia de las instituciones educativas donde desarrollaron su tarea. En esta oportunidad nos ocupamos de la Escuela Normal de Gualeguay y de su Director Fidel Alvelda recordado gracias al trabajo del Prof. Cichero.



Nuestra Escuela Normal fue fundada en 1909, durante la presidencia del doctor Figueroa Alcorta, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional.
Iniciadas sus actividades académicas, la institución educativa contó con numerosos y prestigiosos docentes, siendo los mismos: Felipe Alberda, Santiago Etchemendy, Anibal Chizzini, Cesar Castro, Ernesto Boully, Carlos Almuni, Juan Ceballos, B. Badano, Laura L de Alvelda, Carlos Vigliano, Rogelio Izeta, Eduardo Mazza, Fidel Luis Alvelda, Josefina Brunetti.
La labor de la Escuela Normal fue realmente significativa, pues dio a Gualeguay los primeros maestros egresados de una institución educativa local. 

Los primeros maestros se recibieron en 1912 y la nómina estuvo integrada por Teresa Elizarán, Isolina Alarcón, Leopoldina Alvarez, María Virginia Beherán, María Caccia, Margarita Hereñú, Rosa Cimeo, Elvira Echeverry, Malvina García, Francisca Herrero, V. Jurado, María L. Petre, Paulina Ricou, Eulalia Sabbioni, María A. Zavalla, Matilde Zincugui, Rodolfo Saavedra y Jacinto Julián.
Muchos de estos egresados pasaron luego a formar parte del cuerpo docente de la escuela que les otorgó el título, desempeñándose bajo la dirección de Fidel L. Alvelda.
Antes de ocupar en 1922 el cargo máximo dentro de la Escuela, Alvelda fue director de grados, secretario de la dirección, catedrático en el Curso Normal Regente del Departamento de aplicación, vice director y profesor de Matemáticas, Geografía, Geología y Derecho Constitucional.
Su obra no solo fue destacada por los logros en materia educativa, sino que durante sus casi 34 años en la institución, se realizaron ampliaciones en el edificio, construyéndose laboratorios, gabinete, aulas, salón de actos, servicios, pieza de ilustraciones y museo.

 La gestión de Alvelda al frente de la Escuela fue subrayada por nuestros copoblanos, y también por visitantes de otras ciudades. Así podemos resaltar el informe que realizara el inspector escolar profesor Espoale, quien en 1938 admira la excelente disciplina de los alumnos, la preparación del personal docente y la higiene y limpieza del edificio. (1)
Otro que se gratificó con la visita a la hoy centenaria institución educativa, fue Adrián Patroni, corresponsal de la Agencia Noticiosa Saporiti de Buenos Aires. Su interés por conocer la casa de estudios y a su Director, venía de los comentarios que el Inspector General de Enseñanza Secundaria del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Pascual Guaglianone,  le realizó en reiteradas ocasiones. 

La impresión que se llevó el periodista del Director Alvelda no fue distinta a la del inspector general y así lo expresó en una extensa nota publicada en el Diario La Mañana de Gualeguay. A continuación se extrae un breve párrafo: “Advertimos de inmediato que enfrentábamos a un hombre de inquietudes, profundamente enamorado de lo que tiene entre manos. Lógico nos pareció que nos hablara de ella, con ese fervor de artífice de buena cepa de sus obras, cuando vive del arte y para el arte”.(2) 

 La trascendencia que tuvo Alvelda para la Escuela Normal y Gualeguay puede resumirse en la expresión que publicara el Diario El Día: “[…] la Escuela Normal y el Profesor Fidel Luis Alvelda forman un todo que es el principal puntal de la cultura en Gualeguay.
Nuestra escuela Normal ha encontrado en su actual director el complemento acertado para cumplir su noble misión de apostolado intelectual”.(3)
Este actor de la historia educativa, se desempeñó como docente en la Escuela Normal durante casi 34 años ininterrumpidos. 

Según el periodista Adrián Patroni, corresponsal de la Agencia Noticiosa Saporiti, “Conversando con profesores de esa escuela, después de la visita, fuera del establecimiento, nos dijeron que su director se distinguía por su fervoroso espíritu de maestro, que sus métodos y merecimiento le han permitido mantener siempre una disciplina sin violencia […]. Todo esto es muy honroso para la Escuela que nos ocupa, para su director y el cuerpo de profesores” (4)

Cuando en 1941 la promoción de maestros de 1916 cumplía sus bodas de plata, asistió a una clase de Geografía dictada por el profesor Alvelda. En ese entonces, uno de los maestros que compartía con sus compañeros de promoción la clase magistral, destacó que las enseñanzas del ilustre docente, habían marcado su vocación como maestro, poniendo en práctica el aprendizaje adquirido. Finalizada la clase, otro de los ex alumnos de Alvelda, Demetrio García, improvisó unas palabras, en las que recordó con emoción su paso por las aulas y reconoció con elogios la tarea del maestro que acabada de hablarles.(5)
 En un artículo publicado por el Diario La Mañana, se lee: “[…] el profesor Alvelda puede contemplar los bellos frutos de su afanosa consagración al noble apostolado: una gran legión de maestros desparramada por el país, la simiente fecunda del saber y la escuela […]” (6)

Después de tantos años entregados a la tarea educativa, fue recompensado con la jubilación en noviembre de 1942. Un mes después fue homenajeado por sus amigos, colegas y alumnos. El acto tuvo lugar en la escuela Normal, donde la vicedirectora Leopoldina A. de Lasa, despidió a su superior con un discurso en nombre de todos los docentes, entregándole además una medalla de oro y un pergamino. Seguidamente hablaron los alumnos Horacio Barroetaveña y Haydee Benavente, quienes también ofrecieron presentes en representación del alumnado. Otra alumna sucedió a sus compañeros, recitando “Vals del Adiós”, poesía del doctor Roberto Beracochea.

Los discursos fueron acompañados por canciones y números musicales en piano y violín, ejecutados por alumnos y profesores.
Finalmente y después de recibir un merecido homenaje, Alvelda pronunció el último discurso como director de la Escuela Normal. En sus palabras de despedida resaltó “[…] las normas inquebrantables a que había ajustado su actuación docente, declarando su fe en los principios democráticos y su lealtad a las libertades civiles y políticas […] señaló los conceptos que deben tenerse presentes para la formación espiritual  de la juventud y dijo que su vinculación con la escuela […] no había terminado con su jubilación, pues el alma de aquella continuará viviendo en él” (7)

CITAS

 (1)Cf. “Un informe honroso para nuestra Escuela Normal”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 8 de noviembre de 1938. Pág.1
(2)PATRONI, Adrián. “La Escuela Normal y su Director”. Diario La Mañana”. Gualeguay. Domingo 1 de Diciembre de 1940. Pág. 1
(3)“Escuela Normal Mixta de Maestros”. Diario El Día. Gualeguay. Jueves 1 de febrero de 1940. Pág. 5
(4)PATRONI, Adrián. “La Escuela Normal y su Director”. Diario La Mañana”. Gualeguay. Domingo 1 de Diciembre de 1940. Pág. 1
(5Cf. “Los maestros de 1916 celebran el 25º Aniversario de su Graduación”. Diario La Mañana. Gualeguay. Domingo 21 de Septiembre de 1941. Pág.1
(6)“Prof. F. Luis Alvelda”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 14 de abril de 1942. Pág. 1
(7)”Fue objeto de un elocuente homenaje el profesor F. Luis Alvelda”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 22 de diciembre de 1942. Págs. 1-2

domingo, 19 de mayo de 2013

EL PROFESOR COMO GUIA O LIDER DEL APRENDIZAJE



por Jorge Surraco Ba


Uno de los otros
Un Jasid que era íntimo del rabí Enoj  le preguntó
por qué hacía esperar horas a los jasidim que iban a verlo.
El rabí contestó:
-Si esperan en el vestíbulo hablan entre ellos de jasidut
y aprenden unos de otros.
Pero, qué podrían aprender de mí?
Cuento Jasídico


Si (el maestro) realmente es sabio,
no os pedirá que penetréis en la casa de su sabiduría,
sino que os guiará, más bien,
hasta el umbral de vuestro propio espíritu.
Khalil Gibrán - “El Profeta”


El sabio comienza por hacer lo que quiere enseñar
y después enseña.
La erudición que consiste en la memorización de hechos
no califica a nadie para ser maestro.
Confucio – Pensador chino de los siglos VI y V antes de esta era



Para poder explicar los términos de esta nota, es necesario reflexionar sobre algunas ideas que la sustentan y que van más allá de diferenciar u oponer como disyuntiva, el enseñar del aprender, en la medida que lo primero no presupone indefectiblemente lo segundo; en el convencimiento de que la enseñanza no puede eludir un alto nivel de abstracción frente a un proceso concreto, mensurable y práctico como es el aprendizaje y, que en algunas ocasiones (no siempre), puede ser la única forma de evaluar la efectividad o calidad de su supuesto agente provocador (el docente), teniendo en cuenta además que generalmente el estudiante tiene un concepto distorsionado por las convenciones sociales, de lo que es una buena enseñanza.

Se trata de ir un poco más allá y tratar de pensar el acto educativo y en tal propósito no se pretende ser original, sino solamente repetir a pensadores, adaptando sus postulados a términos aplicables a nuestras situaciones cotidianas. Me remito además a algunos conceptos del profesor Miguel Angel Scotet, expuestos en el diálogo que mantuvo con  profesores universitarios, transcriptos en el impreso “La formación Universitaria frente a la Explosión del Conocimiento”.

Así encontramos dentro de esta concepción, que educación es “praxis, reflexión y acción para transformar...”. Es un acto de comunión, un encuentro, donde los seres humanos se ayudan a “descubrir su palabra”, a “ser dueños de su propia voz”.  Así planteada, la educación es un acto de amor, en el sentido más comprometido, despojado y poseso de la palabra; de coraje, en el significado más enérgico, visceral y activo del término. Es un andar, sinuoso e inquietante hacia la libertad. Si logra sus propósitos, implica el paso de la conciencia mágica a la conciencia ingenua, de allí a la conciencia crítica y, como meta necesaria, la conciencia activa.

Desde esta perspectiva surge una educación dialogal, que se opone a la educación monologal, tradicional, “bancaria”, según el concepto de Paulo Freyre. Cuestiona a  esa educación que esgrime un supuesto regalo, una concesión supuesta, de los que supuestamente saben a los que no saben (supuestamente). Esa educación que el Prof. Scotet denomina centrada en el sujeto que enseña y donde (agregamos), el sujeto que aprende se convierte en objeto, en un depósito, una conciencia concebida como un espacio vacío que debe ser llenado por fragmentos de conocimientos digeridos por otros.

Educación dialogal no es igual a educación conversada. Significa que nadie educa a nadie; que tampoco nadie se educa solo y que sujeto que aprende y sujeto que enseña, se educan entre sí mediatizados por el mundo, por su contexto.

”Una universidad en donde todos formen parte de una comunidad de aprendizaje permanente. En donde, profesores y estudiantes sean aprendices;...” “...Conlleva la dosis de humildad necesaria de quien por su experiencia y capacidad, reconoce sus limitaciones, comparte sus conocimientos y aprende hasta el final de sus días lo mucho que desconoce.” “...donde aprender es una aventura compartida, fascinante, intrigante y necesaria,...”. (Scotet)

Se plantea a partir de aquí el otro gran interrogante referido a la finalidad de la educación dentro de un marco realmente democrático. Las experiencias históricas recientes demuestran que la educación debe buscar no sólo el proceso de individualización, de desarrollo de la singularidad (muy necesario y de incalculable valor para todos), sino también el logro de la armonía o de la reconciliación de esa singularidad con la unidad social. El crecimiento de la conciencia y reciprocidad sociales del individuo. Objetivo difícil que pone a la educación en un desafío de hierro. En este desafío, entendemos, que lo estético, el arte, puede jugar un rol fundamental.

“La estética, como dimensión intencionada a través de toda la educación, contribuye también, a luchar contra la indiferencia, la insolidaridad y la intolerancia y es una excelente estrategia de aprendizaje para contribuir al justo equilibrio entre la razón y el sentimiento, entre lo social y lo íntimo, entre el orden y el caos, entre lo real y lo imaginario”. (Scotet)

El arte es representación y la ciencia explicación del mismo mundo real.
Arte y educación están indisolublemente unidos en los procesos mentales básicos: percepción e imaginación.

Podría pensarse que este enfoque propone una educación exclusivamente empírica, cuando en realidad está reivindicando la teoría, no como sinónimo de verbosidad, de abstracción diletante y hermética. Teorizar en el sentido de contemplar con apego a la comprobación, a la invención, al estudio que implique mezclarse con lo real, fundirse en el análisis de lo que es; reflexionar sobre el propio proceso de aprehensión del conocimiento.

Más allá de la teoría cognitiva de las múltiples inteligencias de Gardner y gracias a la maravilla de las permutaciones de la herencia, cada uno de las personas es un ser único e irrepetible y que el trabajo del docente, aunque se lo proponga, no podrá ser igual para todos. Cada uno construirá los contenidos a partir de él, pero fundamentalmente a partir de sí mismos, por lo que debe estar abierto a ese proceso y también, dispuesto a aprender.

Estas ideas, no son de la propiedad del autor de esta nota. Sus dueños, entre otros son: Platón, J.J. Rousseau, Herbert Read, Paulo Freire, Lugones Staford, J.B. Aquino, A.S. Neil con “Summerhill”, León Herman con “Sentir y Pensar”, Wimpi con “El Gusano Loco”, los maestros Jasídicos, Derviches. Confucionistas  y Taoístas, removidos y actualizados, por los planteos del profesor Miguel Angel Scotet y que nos muestran los aspectos básicos a tener en cuenta ante la explosión actual del conocimiento y su difusión tecnológica, que hace necesaria a la presencia de profesores facilitadores o mediadores del aprendizaje.


Un viaje muy largo se inicia con un solo paso.
Texto Taoísta – 300 años antes de nuestra era