por Jorge Surraco Ba
Uno de los
otros
Un
Jasid que era íntimo del rabí Enoj le
preguntó
por
qué hacía esperar horas a los jasidim que iban a verlo.
El
rabí contestó:
-Si
esperan en el vestíbulo hablan entre ellos de jasidut
y
aprenden unos de otros.
Pero,
qué podrían aprender de mí?
Cuento Jasídico
Si
(el maestro) realmente es sabio,
no
os pedirá que penetréis en la casa de su sabiduría,
sino
que os guiará, más bien,
hasta
el umbral de vuestro propio espíritu.
Khalil Gibrán - “El Profeta”
El
sabio comienza por hacer lo que quiere enseñar
y
después enseña.
La
erudición que consiste en la memorización de hechos
no
califica a nadie para ser maestro.
Confucio – Pensador chino de los siglos VI y
V antes de esta era
Para poder explicar los términos
de esta nota, es necesario reflexionar sobre algunas ideas que la sustentan y
que van más allá de diferenciar u oponer como disyuntiva, el enseñar del
aprender, en la medida que lo primero no presupone indefectiblemente lo
segundo; en el convencimiento de que la enseñanza no puede eludir un alto nivel
de abstracción frente a un proceso concreto, mensurable y práctico como es el
aprendizaje y, que en algunas ocasiones (no siempre), puede ser la única forma
de evaluar la efectividad o calidad de su supuesto agente provocador (el
docente), teniendo en cuenta además que generalmente el estudiante tiene un
concepto distorsionado por las convenciones sociales, de lo que es una buena
enseñanza.
Se trata de ir un poco más allá y
tratar de pensar el acto educativo y en tal propósito no se pretende ser
original, sino solamente repetir a pensadores, adaptando sus postulados a
términos aplicables a nuestras situaciones cotidianas. Me remito además a
algunos conceptos del profesor Miguel Angel Scotet, expuestos en el diálogo que
mantuvo con profesores universitarios,
transcriptos en el impreso “La formación Universitaria frente a la Explosión
del Conocimiento”.
Así encontramos dentro de esta
concepción, que educación es “praxis,
reflexión y acción para transformar...”. Es un acto de comunión, un
encuentro, donde los seres humanos se ayudan a “descubrir su palabra”, a “ser dueños de su propia voz”.
Así planteada, la educación es un acto de amor, en el sentido más
comprometido, despojado y poseso de la palabra; de coraje, en el significado
más enérgico, visceral y activo del término. Es un andar, sinuoso e inquietante
hacia la libertad. Si logra sus propósitos, implica el paso de la conciencia
mágica a la conciencia ingenua, de allí a la conciencia crítica y, como meta
necesaria, la conciencia activa.
Desde esta perspectiva surge una
educación dialogal, que se opone a la educación monologal, tradicional, “bancaria”, según el concepto de
Paulo Freyre. Cuestiona a esa educación que esgrime un supuesto regalo,
una concesión supuesta, de los que supuestamente saben a los que no saben
(supuestamente). Esa educación que el Prof. Scotet denomina centrada en el
sujeto que enseña y donde (agregamos), el sujeto que aprende se convierte en objeto,
en un depósito, una conciencia concebida como un espacio vacío que debe ser
llenado por fragmentos de conocimientos digeridos por otros.
Educación dialogal no es igual a
educación conversada. Significa que nadie educa a nadie; que tampoco nadie se
educa solo y que sujeto que aprende y sujeto que enseña, se educan entre sí
mediatizados por el mundo, por su contexto.
”Una universidad en donde todos formen parte de una comunidad de
aprendizaje permanente. En donde, profesores y estudiantes sean aprendices;...”
“...Conlleva la dosis de humildad necesaria de quien por su experiencia y
capacidad, reconoce sus limitaciones, comparte sus conocimientos y aprende
hasta el final de sus días lo mucho que desconoce.” “...donde aprender es una
aventura compartida, fascinante, intrigante y necesaria,...”. (Scotet)
Se
plantea a partir de aquí el otro gran interrogante referido a la finalidad de
la educación dentro de un marco realmente democrático. Las experiencias
históricas recientes demuestran que la educación debe buscar no sólo el proceso
de individualización, de desarrollo de la singularidad (muy necesario y de
incalculable valor para todos), sino también el logro de la armonía o de la
reconciliación de esa singularidad con la unidad social. El crecimiento de la
conciencia y reciprocidad sociales del individuo. Objetivo difícil que pone a
la educación en un desafío de hierro. En este desafío, entendemos, que lo
estético, el arte, puede jugar un rol fundamental.

El arte es representación y la
ciencia explicación del mismo mundo real.
Arte y educación están
indisolublemente unidos en los procesos mentales básicos: percepción e
imaginación.
Podría pensarse que este enfoque
propone una educación exclusivamente empírica, cuando en realidad está
reivindicando la teoría, no como sinónimo de verbosidad, de abstracción
diletante y hermética. Teorizar en el sentido de contemplar con apego a la
comprobación, a la invención, al estudio que implique mezclarse con lo real,
fundirse en el análisis de lo que es; reflexionar sobre el propio proceso de
aprehensión del conocimiento.

Estas ideas, no son de la
propiedad del autor de esta nota. Sus dueños, entre otros son: Platón, J.J.
Rousseau, Herbert Read, Paulo Freire, Lugones Staford, J.B. Aquino, A.S. Neil
con “Summerhill”, León Herman con “Sentir y Pensar”, Wimpi con “El Gusano
Loco”, los maestros Jasídicos, Derviches. Confucionistas y Taoístas, removidos y actualizados, por los
planteos del profesor Miguel Angel Scotet y que nos muestran los aspectos
básicos a tener en cuenta ante la explosión actual del conocimiento y su
difusión tecnológica, que hace necesaria a la presencia de profesores
facilitadores o mediadores del aprendizaje.
Un
viaje muy largo se inicia con un solo paso.
Texto Taoísta – 300 años antes de nuestra era