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domingo, 12 de abril de 2015

La selección de contenidos en la práctica didáctica - 1



Por Jorge Surraco Ba

Síntesis introductoria


Hace un tiempo participamos en una mesa redonda cuyo título y temática se sintetizaba en su título: “Problemas y criterios en la selección de contenidos en la enseñanza de…” En los puntos suspensivos figuraba una materia específica que aquí no mencionaremos para evitar cualquier condicionamiento o visión parcial, en el abordaje conceptual. Partimos de la comprobación práctica de la imposibilidad de desarrollar en un curso, todos los contenidos que abarca una asignatura y de la pregunta, a veces agobiante, que nos hacemos los docentes: “Si no puedo dar todo, ¿Qué doy o qué no doy?

En la presente nota presentamos una síntesis de lo expuesto para poder ofrecer  un panorama global de la propuesta, que iremos desarrollando de manera detallada en próximas publicaciones. Hacemos referencia a esa mesa redonda y la tomamos como punto de partida de esta publicación, como un indicador, aunque pequeño, de la instalación que el tema tiene en la preocupación de los docentes de distintas áreas.

Creemos que la selección de contenidos de una asignatura es uno de los asuntos cruciales y plenos de incertidumbre que enfrenta todo docente al preparar o programar una clase o un curso, por lo que nos parece conveniente detenernos en algunas reflexiones basadas en la práctica didáctica y en lo planteado en libros especializados.
Esperamos que sea de utilidad para quienes se preocupan y ocupan de esta tarea, a veces controversial, dentro de la cotidianidad docente.


Esta propuesta comenzó cuestionando respetuosamente la inclusión de la palabra problema en la temática de la mesa dado que considera que los supuestos problemas son cuestiones necesarias, constitutivas e inseparables de cualquier actividad de enseñanza/aprendizaje. Si comenzamos calificando como problema a acciones y decisiones que debemos  tomar, estaremos agregando dificultades al acto que indefectiblemente realizaremos. Creemos que los problemas no existen como tales en el mundo real, sino que allí se presentan elementos y hechos, actos que nuestra mente evalúa y en algunas oportunidades puede calificar como problema. El surgimiento del supuesto problema no está en los hechos, sino en la mente que los evalúa.

La propuesta plantea una hipótesis referida a la inexistencia de normas, técnicas o procedimientos universales (tipo receta, manual o guía), acerca de la selección o recorte de contenidos, aplicables a cualquier situación de aprendizaje.

Sostiene además, aunque a primera lectura puede parecer una contradicción, que el análisis para la selección de contenidos en una materia muy especializada por el campo que al que hace referencia, no difiere substancialmente del análisis para la selección de contenidos en cualquier disciplina que se enseñe en los ámbitos educativos de todos los niveles. Es una tarea intelectual que exigirá igual esfuerzo independientemente de los contenidos que se encaren y que mostrará que no es posible dictar un estatuto que regule esa tarea.

Considera que en la selección de contenidos actúan una serie de factores que van estableciendo el marco y los alcances de esa selección.

Postula que si la intención es igualmente buscar principios o criterios generales aplicables a modo de manual o guía, es necesario recurrir al campo de la teoría y la práctica didáctica general, para luego pasar a la especificidad de cada asignatura y preguntarse si es posible dictar algún tipo de normativa de aplicación general.

Resalta que no es posible hablar solamente de la selección de contenidos, aislándola de los demás componentes del acto didáctico (especialmente los recursos y el sistema de evaluación), y sin tener en cuenta además todos los factores que inciden en el diseño curricular de un curso, de una materia o de un tema en particular.

 Trata de establecer el alcance de las palabras “contenidos y selección o recorte de contenidos”, apelando al concepto: “el contenido de aprendizaje de una disciplina lo constituye el conjunto de aportaciones culturales y científicas relativas a su objeto de estudio, tanto material como formal”[1] alrededor del cual se organizan las actividades de aula. Y con respecto a la selección agrega  que “una selección y organización adecuadas
ha de contribuir eficazmente a la consecución de los aprendizajes significativos que se pretenden”.[2]

Luego pasa a analizar los distintos factores que inciden en los criterios de selección, destacando:
a) el tiempo disponible;
b) las condiciones objetivas del alumnado; 
c) el concepto que el docente tiene de su disciplina y de la forma de abordarla;
d) los objetivos que deben alcanzar los alumnos.

Posteriormente se ocupa de los conceptos didácticos generales de validez, significación, adecuación, interdisciplinariedad y globalización, explicando los alcances de cada uno y su incidencia.


Plantea que la selección de contenidos solamente no basta para alcanzar un aprendizaje efectivo, sino que es necesario tener muy en claro la estructuración de esos contenidos que pasará  a ser la estructura de la asignatura y que es necesario poder arribar a una gráfico de la misma que permita visualizar a los alumnos, como en un mapa, el camino que han de recorrer a lo largo del curso.

Manifiesta que la tarea de selección de contenidos no siempre puede ser, como generalmente se piensa y se aborda, una tarea previa y fija, dado que inciden además de los factores ya mencionados, las etapas siguientes de planificación y de organización, que tampoco cierran  dicho proceso de selección, sino que el mismo continúa a lo largo del dictado de la asignatura. Esta idea transforma a la selección de contenidos en un proceso continuo, vivo, cambiante, especialmente si se parte del alumno como principal protagonista de la actividad didáctica.

Finalmente, al abordar lo específico de una materia, considera que la concepción que se tenga de esa disciplina y el marco institucional donde se desarrolla la actividad docente, también incidirá indefectiblemente en la selección final.

En síntesis, no se trata de establecer criterios universales en abstracto que permitan una tranquilizadora selección o recorte de contenidos, sino que es necesario partir de cada situación de aprendizaje, analizando todos los factores incidentes para poder arribar a una selección que será útil para esa oportunidad espacial y temporal, con determinados protagonistas y que posiblemente no sirva en otras dimensiones y con otros partícipes del acto didáctico.

En una próxima publicación, iremos desarrollando los puntos enunciados.




[1] AAVV, Del proyecto educativo a la programación de aula, Barcelona, Editorial Graó, 1997.

[2] Obra citada

lunes, 25 de agosto de 2014

LA ESCUELA NORMAL Y SU DIRECTOR FIDEL LUIS ALVELDA - 2



Segunda Parte

Por el Lic. Gustavo Cichero

En la primera parte se hizo referencia a los orígenes de la Escuela Normal y al protagonismo que jugó en la misma el Director Fidel Alvelda. 


Este actor de la historia educativa, se desempeñó como docente en la Escuela Normal durante casi 34 años ininterrumpidos.
Según el periodista Adrián Patroni, corresponsal de la Agencia Noticiosa Saporiti, “Conversando con profesores de esa escuela, después de la visita, fuera del establecimiento, nos dijeron que su director se distinguía por su fervoroso espíritu de maestro, que sus métodos y merecimiento le han permitido mantener siempre una disciplina sin violencia […]. Todo esto es muy honroso para la Escuela que nos ocupa, para su director y el cuerpo de profesores” (1)
Cuando en 1941 la promoción de maestros de 1916 cumplía sus bodas de plata, asistió a una clase de Geografía dictada por el profesor Alvelda. En ese entonces, uno de los maestros que compartía con sus compañeros de promoción la clase magistral, destacó que las enseñanzas del ilustre docente, habían marcado su vocación como maestro, poniendo en práctica el aprendizaje adquirido. Finalizada la clase, otro de los ex alumnos de Alvelda, Demetrio García, improvisó unas palabras, en las que recordó con emoción su paso por las aulas y reconoció con elogios la tarea del maestro que acabada de hablarles.(2)


En un artículo publicado por el Diario La Mañana, se lee: “[…] el profesor Alvelda puede contemplar los bellos frutos de su afanosa consagración al noble apostolado: una gran legión de maestros desparramada por el país, la simiente fecunda del saber y la escuela […]” (3)
Después de tantos años entregados a la tarea educativa, fue recompensado con la jubilación en noviembre de 1942. Un mes después fue homenajeado por sus amigos, colegas y alumnos. El acto tuvo lugar en la escuela Normal, donde la vicedirectora Leopoldina A. de Lasa, despidió a su superior con un discurso en nombre de todos los docentes, entregándole además una medalla de oro y un pergamino. Seguidamente hablaron los alumnos Horacio Barroetaveña y Haydee Benavente, quienes también ofrecieron presentes en representación del alumnado. Otra alumna sucedió a sus compañeros, recitando “Vals del Adiós”, poesía del doctor Roberto Beracochea.



Los discursos fueron acompañados por canciones y números musicales en piano y violín, ejecutados por alumnos y profesores.
Finalmente y después de recibir un merecido homenaje, Alvelda pronunció el último discurso como director de la Escuela Normal. En sus palabras de despedida resaltó “[…] las normas inquebrantables a que había ajustado su actuación docente, declarando su fe en los principios democráticos y su lealtad a las libertades civiles y políticas […] señaló los conceptos que deben tenerse presentes para la formación espiritual  de la juventud y dijo que su vinculación con la escuela […] no había terminado con su jubilación, pues el alma de aquella continuará viviendo en él” (4)



REFERENCIAS
 (1)PATRONI, Adrián. “La Escuela Normal y su Director”. Diario La Mañana”. Gualeguay. Domingo 1 de Diciembre de 1940. Pág. 1
(2)Cf. “Los maestros de 1916 celebran el 25º Aniversario de su Graduación”. Diario La Mañana. Gualeguay. Domingo 21 de Septiembre de 1941. Pág.1
(3)“Prof. F. Luis Alvelda”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 14 de abril de 1942. Pág. 1
(4)”Fue objeto de un elocuente homenaje el profesor F. Luis Alvelda”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 22 de diciembre de 1942. Págs. 1-2

martes, 22 de julio de 2014

Educadores en Gualeguay en el siglo XIX (3)



Los ilustrados y su compromiso con la población (3ª y última parte)

Por el Lic Gustavo Cichero

 
Como se ha documentado en los artículos anteriores, los intelectuales de nuestra ciudad sentían la necesidad de encabezar los emprendimientos culturales nacientes. Es así que la primera comisión directiva de la Sociedad Fomento Educacional, consideraba que las personas tienen la responsabilidad y la obligación de comprometerse en las instituciones privadas, pues desde ellas se puede lograr el desarrollo y el crecimiento del país. Así se expresa en la inauguración de la Biblioteca Popular: “Es necesario que los hombres bien inspirados se consagren a llevar sus deberes para con su patria, en la forma que lo hace la asociación “Fomento Educacional”, que si bien es modesta y poco ruidosa o deslumbrante, tiene la ventaja de ser la más adecuada a nuestra situación y la que tiene que dar más benéficos resultados para la prosperidad nacional, que todo argentino desea y debe tener como ideal de sus nobles aspiraciones patrióticas”.(1)

Para este grupo de hombres, el amor a la patria va acompañado de un desarrollo ideológico e intelectual. Cuando esto falta, prevalece la vanidad y los intereses personales. La elite intelectual, veía que la individualidad del hombre es consecuencia de la industrialización y el capitalismo desmedido, que posicionan al “afán de lucro” en primer orden. Esta situación provoca un descuido intelectual y las letras entran en decadencia.
Antonio Medina consideraba que el grupo instruido de Gualeguay era “iluminado”, ya que trabajaba por el desarrollo de la ciudad y lo ponía de manifiesto con las siguientes palabras: “Nosotros en la esfera limitados que actuamos, no podemos quejarnos que no trabajamos por nuestro perfeccionamiento social, por nuestra cultura, por nuestro porvenir y grandeza. Vivimos de un tiempo a esta parte, en esa atmósfera saludable; anhelamos ese bien como un tesoro, que nos haga ricos de virtudes, y como una panacea, que cure nuestras dolencias morales.
Seguir adelante, es lo que debemos hacer; no desmayar en el cumplimiento de esa misión santa; dar ejemplo de que conocemos la importancia de la grandiosa obra que realizamos, y de los ideales levantados que perseguimos.

 
No dejar decaer los ánimos; aprovechar del entusiasmo que aún germinan en nuestros corazones por las empresas de tal género.  
Esa es la campaña que nos toca abrir o empezar para derrotar en el presente año, como en le anterior, al crudo invierno que se nos viene encima con su cortejo de frialdad, indiferencia, apatía y desaliento”. (2)
Pero no todos coincidían, en que “los progresistas” de Gualeguay, verdaderamente lo eran. Para otro sector de la población, eran solo exhibicionistas, que utilizaban estas instituciones para hacer propaganda de su persona.
A pesar de las críticas sufridas y la oposición local, este grupo de emprendedores, no claudicó en sus fines y continuó con su acción educacionista.

  

REFERENCIAS
(1)MEDINA Antonio. Inauguración de la Biblioteca Popular (4/9/1892) En Páginas Sueltas. Gualeguay. Imprenta de W. Martínez. 1905. Pág. 105.

(2)MEDINA, Antonio “En Pleno Renacimiento (en el Teatro Nacional con motivo de la velada literario-musical organizada a beneficio de la Sociedad “Fomento Educacional”) 23-4-1893. En Páginas Sueltas. Ob. Cit. PP. 113-114


FUENTES CONSULTADAS

*MEDINA, Antonio. Páginas Sueltas: Colección de Artículos y discursos. Gualeguay. Imprenta de W. Martínez. 1905. 251 p.

*PEREZ AMUCHÁSTEGUI A. J. Mentalidades Argentinas 1860-1930. Bs. As. Eudeba. 1977. PP 1-98



jueves, 26 de junio de 2014

EDUCADORES EN GUALEGUAY EN EL SIGLO XIX (2)



Los ilustrados y su compromiso con la población (2ª parte)
Por el Profesor Gustavo Cichero

Como se publicó en la primera parte de este estudio, el compromiso cultural de los intelectuales de nuestra ciudad, no es aislado. Distintos motivos movilizaron a los burgueses e intelectuales de todo el mundo, a comprometerse con la educación de los sectores populares. En algunos casos, el alto índice de delincuencia, en otros la difusión de ideologías subversivas y en el nuestro, la necesidad de encaminar la nación por la senda del progreso sostenido, tal como lo deseaban los ideólogos de la generación Romántica.


Los tratados pedagógicos del Siglo XIX, se preocuparon por la formación popular, pues además de solucionar los problemas antes expuestos, dignificaba la moral de la población y lo perfeccionaba.
La educación en Europa y América, hacía hincapié en despertar el patriotismo popular, moralmente virtuoso y útil para la sociedad.

Los ilustrados gualeguayenses, asumieron como un deber, la formación intelectual de sus vecinos. Así lo expresa Antonio Medina:
“Como miembro de una sociedad, estamos sujetos a las obligaciones que ella impone, no ya con ese carácter casi divino establecido en la familia, sino determinado, por la necesidad del auxilio mutuo del hombre. Hay también el deber de velar por la perpetuidad de las sanas costumbres y el perfeccionamiento del linaje humano.”(1)

Queda claro que este referente de la ilustración local, sentía la obligación de trabajar por el progreso cultural de la comunidad en que se desarrollaba. Esta tarea, voluntariamente asumida, nació desde su juventud. Medina, estudiante del Histórico Colegio de Concepción del Uruguay así lo expresa en un discurso pronunciado en 1876:
“¡Cuán satisfactorio  ha de ser para el hombre cumplir con el triple deber de la familia, de la sociedad y de la patria.
Hoy nos ilustramos: unos favorecidos por alguna cooperación que prestan los Gobiernos, otros debido a los sacrificios de sus familias que les proporcionan las necesidades que exige la separación del hogar paterno; y así vamos caminando paulatinamente, hacia el día que podamos hacer efectivas las obligaciones que desde ya conocemos y que deseamos cumplir con la mayor buena voluntad.
Pero llegado ese día, en que hayamos terminado nuestras tareas, cuando se nos haya dado un título honorífico en recompensa de nuestra contracción al estudio, cuando tengamos que poner en práctica esas luces adquiridas- ¿cómo podremos llegar a ser útiles al Estado?”(2)

La respuesta a esta pregunta, Antonio Medina y otros tantos que compartían sus ideas, la encontraron en el trabajo voluntario y desinteresado, fundando y dirigiendo instituciones culturales, económicas y de bien público que perduran hasta nuestros días, como la Sociedad Fomento Educacional, la Biblioteca Popular, el Club Tiro Federal, la Escuela Nocturna “Cristóbal Colón” y la Sociedad Rural, entre tantas otras que ya no existen.
Continuará


(1) MEDINA, Antonio. Páginas Sueltas: Colección de Artículos y discursos. Gualeguay. Editorial de W. Martínez. 1905. Pág. 11.

(2) MEDINA. Antonio. Artículo publicado en “LA AURORA” de Concepción del Uruguay. 25 de junio de 1876. En Páginas Sueltas. Ob. Cit. Pág. 12

viernes, 14 de febrero de 2014

EDUCADORES EN GUALEGUAY EN EL SIGLO XIX (1)



Los ilustrados y su compromiso con la población (1ª parte)

Por el Prof. Gustavo Cichero

A diferencia de los siglos anteriores, cuando la fe cristiana se presentaba como la única redentora de la humanidad, en el siglo XIX, “los intelectuales” se mostraban como los nuevos salvadores del mundo, considerando que el conocimiento científico, era la fuente para el continuo progreso y la solución a los males de las personas. Con la difusión de su “mentalidad”, el laicismo se propagó en la sociedad.
Los dirigentes de las asociaciones culturales que existieron en nuestro país, se identificaron en su gran mayoría con el liberalismo. Creían en un progreso permanente, desde lo religioso eran agnósticos y se afirmaban en las experiencias del pasado para proyectar el futuro. Estos grupos dirigentes, combinaban una profunda admiración por las naciones europeas con un gran patriotismo hacia nuestra república.
 
Volante de la Sociedad de Fomento Educacional
El grupo de “ilustrados” gualeguayenses, estaba integrado por empleados públicos, profesionales de la educación, abogados y médicos.
La mentalidad de los reconocidos intelectuales occidentales y argentinos del S XIX – dentro de los que podemos encontrar a los fundadores de la gualeya “Sociedad Fomento Educacional” -, reflejaba que en sus vidas estaba implícita la obligación moral y el trabajo de civilizar al pueblo.
Esta clase trasladó sus intereses asociacionistas a toda la comunidad, tratando de difundir sus ideas y proyectos por todos los medios que estuvieran a su alcance, ya sea espectáculos o simplemente la propaganda en la prensa.

En Gualeguay, a través de la Biblioteca Popular y la Escuela Nocturna Cristóbal Colón – ambas instituciones fundadas por la Sociedad Fomento Educacional -, se convirtieron en los “contribuyentes culturales” del pueblo, difundiendo la lectura, dando conferencias o dictando cursos. 
Detalle del volante
Según el fundador y primer presidente de “La Fomento”, el Dr. Antonio Medina, la culminación de los estudios universitarios “[…] me imponía serios deberes para con la patria, cuando había llegado el momento de consagrarle a ella mis esfuerzos en la limitada esfera que el destino me deparaba.
Si bien de esa actitud fluye una íntima satisfacción para mí, por el deber cumplido; las obras realizadas tienen su importancia especial para Gualeguay, porque ellas arrojan un timbre de honor sobre él, como pueblo culto y progresista, dispuesto siempre a propiciar con entusiasmo toda tendencia altruista, y a realizar las empresas que se tradujeran en un beneficio moral o material para sus habitantes”(1)

 
Detalle del volante
Las comisiones directivas de la Sociedad Fomento Educacional, tuvieron una gran influencia sobre el conjunto del vecindario. Esto puede verse en las actividades públicas que desarrollaron, en el impulso de la lectura y en la educación sistemática impartida desde la Escuela Colón.
Las diferencias sociales existentes desde el punto de vista cultural, trataron de ser salvadas a través de la alfabetización. La Biblioteca Popular  y la Escuela Nocturna fueron las herramientas.

Referencias
(1)MEDINA, Antonio. Páginas Sueltas: Colección de Artículos y discursos. Gualeguay. Editorial de W. Martínez. 1905. Pág.6




viernes, 2 de agosto de 2013

El general San Martín, la cultura y la educación



Por Jorge Surraco Ba

         Para abordar el tema del presente título, creemos apropiado preguntarnos ¿qué educación tenía el mismo San Martín, más allá de su formación militar? ¿Cuáles eran las lecturas que nutrían su pensamiento y su espíritu?
            De su formación militar sabemos que ingresó a los 11 años de edad, en 1789, al regimiento de infantería de Murcia donde revistaba su padre y que en 1793 recibió los despachos de subteniente del mismo regimiento. Luego devienen las acciones militares en las que interviene hasta la decisión de regresar a América. Mucho más de su formación no se conoce hasta el momento, más allá de los imaginativos relatos sobre su infancia en Yapeyú, teniendo en cuenta que sus padres se trasladaron a España cuando el futuro Libertador tenía tan sólo seis años.

            De sus lecturas se sabe algo más. Es notable como en esos tiempos sin comodidades en el trasporte, San Martín llevara consigo a Buenos Aires, luego a Mendoza, después a través de Los Andes a Chile y más tarde por mar hasta el Perú, una biblioteca considerable de 800 volúmenes, parte de de los cuales (algunos datos hablan de 439 volúmenes y 77 láminas), servirá de base a la biblioteca creada y reglamentada por él en Lima (17 de septiembre de 1822). El examen del catálogo de dicha biblioteca (en lo referido a la donación de San Martín) permite conocer el ámbito de sus lecturas: cuatro quintas partes son libros franceses, pocos ingleses, el resto españoles; ante todo valiosas colecciones de enciclopedia general (Voltaire, Rousseau, Montesquieu) o de ciencias, oficios y artes (como ser viticultura, relojería, cría de ovejas), 80 volúmenes sobre temas militares; una docena sobre marinas; 250 de historia; 70 de geografía y viajes; 150 de literatura, con uno que otro Quevedo o Calderón, sin faltar Cicerón y Salustio; alguna matemática y pocas de filosofía y ciencias abstractas. [1]


        De este listado puede inferirse que conocía el idioma francés y el inglés, por lo menos en cuanto a la lectura, aunque por otras anécdotas se desprende que los hablaba a ambos. También podía entender latín, griego e italiano. Conocía a los enciclopedistas franceses, de cuyos idearios estaba imbuido como todos los revolucionarios americanos y le preocupaba la formación de las personas en oficios, especialmente los relacionados con las tareas de labranza. En más de una oportunidad manifestó que una vez retirado de la vida militar, su deseo era trabajar en una chacra, cosa que hizo por muy poco tiempo en Mendoza, luego que delegara el mando del ejército a Bolívar.

            Los volúmenes de contenido militar como los de historia, matemáticas, filosofía, geografía y viajes, son casi obvios en un profesional de la guerra que, además demostró ser un gran político, tanto en la conducción de su ejército como en el ejercicio del poder en Mendoza, Chile y Perú, e inclusive frente a Bolívar en Guayaquil. Lo que llama la atención es su interés por la literatura y las marinas, es decir en la pintura de escenas de mar. Indagando un poco más, se descubre que tenía una gran afición por el mar: "el mar fue siempre para
San Martín un punto de seducción y vino a ejercer sobre él una influencia tal, que los primeros ensayos artísticos los consagró a las marinas. Sábese que además de ser un buen dibujante era un buen colorista y que solía decir que en caso de indigencia dibujando marinas podía ganarse la vida".[2]  Otro aspecto poco conocido y difundido del Libertador. Se conoce poco también que durante casi un año, integró la plana mayor de una fragata española, la Santa Dorotea, con la que libró seis campañas hasta que fueran derrotados por un buque inglés. Su gusto por el mar no estaba solo en la pintura.

            Pero la de Lima no fue la única biblioteca que fundó o ayudó a fundar. Contribuyó con 10.000 onzas de oro para !a fundación de la biblioteca nacional de Santiago de Chile. Además, siendo gobernador de Cuyo, planeó el colegio de la Santísima Trinidad, en Mendoza y la biblioteca de esta última ciudad, a la que donó 700 libros, aparte de un sextante, un teodolito, un pantógrafo, un telescopio con pedestal, un nivel y un transportador.[3] Si estos datos son ciertos la biblioteca del general San Martín superaba los 1.200 volúmenes sumando los donados a Lima. Lo que también puede apreciarse es que se iba despojando de sus bienes culturales en cada promoción de la cultura popular.

            Pero no sólo regalaba libros sino que también se preocupaba por la función editorial y la difusión de la imprenta. “Durante su estada en Córdoba en 1814, el Libertador intentó la promoción de la cultura histórica mediante la reedición de los Comentarios Reales de Garcilaso. Ocurrió que en una de las frecuentes reuniones que se celebraran por entonces, con la presencia de prestigiosas figuras de la tierra cordobesa, surgió en la conversación el recuerdo del inca Garcilaso de la Vega. Se pronunciaron palabras conceptuosas para el talentoso cronista cuzqueño cuya obra —aparecida en el siglo XVII— estaba prohibida por las autoridades españolas desde treinta años atrás. San Martín, entonces, tomó la iniciativa de reimprimir la secular obra, lo cual se acogió con muestras de entusiasmo. El doctor Miguel Calixto del Corro fue elegido para redactar un escrito que obtuviera suscripciones, las que se fijaron en tres pesos cada una. Colector y tesorero del proyecto fue el doctor José de Isasa, mientras que el doctor Bernardo de Bustamante quedó como revisor de la obra”.[4]

            Varios documentos demostrarían que San Martín introdujo la imprenta en Cuyo antes del 20 de enero de 1817. El primer documento consta en un libro manuscrito que hace las funciones de copiador de la correspondencia del gobernador de la provincia de Cuyo don Toribio de Luzuriaga. Se trata de un oficio dirigido al creador del Ejército de los Andes en el momento en que éste partía hacia la cordillera y que decía lo siguiente: "los 5 sujetos de que se me trata V.E. empapel de hoy destinados al manejo de la imprenta, caminarán en poz del Exto. al tiempo que V.E. se sirbere prebenír". [5]


Un impreso fechado 27 días después del oficio anterior y que se encuentra en el Archivo Histórico de Mendoza dice: "Ciudadanos heroicos: gozad ya el fruto de vuestras virtudes y constancia. El enemigo en numero de más de dos mil hombres fuertes, ha sido destrozado completamente en la Cuesta de Chacabuco...". [6]  
            En el citado copiador de Luzuriaga consta el siguiente oficio dirigido al vencedor de Chacabuco: “15 de marzo de 1817. Como don Manuel Cotízales y don Ramón Astorga destinados al manejo de la imprenta me representasen los graves perjuicios que se les seguían de su permanencia en esta capital les consedí audiencia para pasar a esa como lo insinué a V.E. oportunamente. Sin embargo irá la imprenta bien acondicionada en primera ocasión de que daré aviso a V.E.".[7]  Parece que la imprenta acompañaba al Ejército de los Andes.

            Siendo gobernador de Cuyo tuvo que intervenir en un asunto escolar promovido por un maestro, Francisco Javier Morales, considerado como el más destacado educador de la época. Se trataba de un pedido de abolición de la norma dictaba por la Asamblea del año 13 que prohibía los castigos corporales. Hasta ese momento, el sistema disciplinario era el de la violencia como medio de convicción para la obediencia y buena conducta de los educandos. Lisa y llanamente se azotaba a los estudiantes que se mostraban remisos o rebeldes en el cumplimiento de las normas escolares. Esto abarcaba no sólo las indisciplinas sino también el acto de no estudiar e inclusive no entender. “La letra con sangre entra”, regía la actividad didáctica. El maestro aducía que desde la norma dictaba por la Asamblea ya no podía ejercer su función pedagógica.           

            San Martín gira el pedido al Ayuntamiento en busca de asesoramiento, el que luego de una serie de consideraciones, directamente aconseja al gobernador que “permita la pena de azotes, pero con un coto racional.”  San Martín dicta una resolución por ante el escribano de gobierno Cristóbal Barcala que dice lo siguiente: “Mendoza, noviembre 23 de 1815. Siendo el trasero una parte corporal y a los ojos modestos muy mal quista,[8] donde se pretende castigar, cuando no puede ser oída, ni puede ser vista, declaro que no ha lugar. Sólo se concede al suplicante dar doce azotes a lo sumo y en la palma de la mano, con el guante. Firmado: San Martín”. [9]  Ironía, espíritu travieso, conocedor de los hombres y un adelantado respecto a los educadores de la época.

   Quien deja otro testimonio de la preocupación del Libertador por la educación es Diego Thompson, misionero inglés evangélico y propagandista del sistema pedagógico de Lancaster. En julio de 1822, Thompson se entrevista con San Martín en Lima, Perú para que lo introdujera en el medio y facilitara su labor. El educador cuenta como es recibido, apoyado y ayudado por San Martín que le abre todas las posibilidades presentándolo inclusive al Marqués de Trujillo, que era el Regente Supremo del gobierno de ese momento.[10]

            Evidentemente, el general San Martín no pensaba solamente en la acción militar para lograr la autonomía de las naciones americanas, ("la ilustración universal, (es) más poderosa que nuestros ejércitos para sostener la independencia"). Se fundamentaba en la libertad y los derechos de todos los seres humanos más allá de su condición social. Decía: “La ignorancia es la columna más fuerte del despotismo". O también: "Mantener el pensamiento encadenado es impedir que el pueblo adquiera el conocimiento de su dignidad". Esto también puede verse en la forma de tratar a su tropa rasa y en el respeto con el que se dirigía a “nuestros paisanos, los indios.”  Cuatro frases o máximas si se quiere, que bien pueden aportar o explicar las razones del odio en los no debates de nuestra actualidad política.
 
[1] De un artículo publicado en el diario La Prensa en 1942, por el Capitán de Fragata T. Callet Bois y reproducido por el suplemento del diario La Razón en 1978.
[2] De la biografía escrita por el historiador Pacífico Otero.
[3] Diario “El verdadero Amigo del País”, noviembre 16 de 1823, reproducido por el suplemento del diario La Razón sobre San Martín de febrero de 1978.
[4] Piñeiro, Armando Alonso, El Supremo Americano. reproducido por el suplemento del diario La Razón sobre San Martín de febrero de 1978.
[5] Suplemento del diario La Razón sobre San Martín de febrero de 1978.
[6] Idem ref. 5.
[7] Idem ref. 5
[8] Quista (to), de querer, sólo usado en locuciones: mal quista (to) y bien quista (to).
[9] Archivo Histórico de Mendoza, reproducido en la página 7 del diario La Razón del 25 de febrero de 1978.
[10] Varetto, Juan C., Diego Thompson, Apóstol de la Instrucción Pública, Buenos Aires, 1918. Reproducido por José Luis Busaniche en Estampas del Pasado I, Hyspamérica, Buenos Aires, 1986.

sábado, 1 de junio de 2013

LA ESCUELA NORMAL Y SU DIRECTOR FIDEL LUIS ALVELDA



Por el Prof. Gustavo Cichero

Este blog dedicado a la enseñanza entiende que debe ocuparse también de quienes han hecho de esta profesión una vocación y una entrega de vida que lo colocan en el recuerdo y el respeto de la sociedad, como así también la referencia de las instituciones educativas donde desarrollaron su tarea. En esta oportunidad nos ocupamos de la Escuela Normal de Gualeguay y de su Director Fidel Alvelda recordado gracias al trabajo del Prof. Cichero.



Nuestra Escuela Normal fue fundada en 1909, durante la presidencia del doctor Figueroa Alcorta, por decreto del Poder Ejecutivo Nacional.
Iniciadas sus actividades académicas, la institución educativa contó con numerosos y prestigiosos docentes, siendo los mismos: Felipe Alberda, Santiago Etchemendy, Anibal Chizzini, Cesar Castro, Ernesto Boully, Carlos Almuni, Juan Ceballos, B. Badano, Laura L de Alvelda, Carlos Vigliano, Rogelio Izeta, Eduardo Mazza, Fidel Luis Alvelda, Josefina Brunetti.
La labor de la Escuela Normal fue realmente significativa, pues dio a Gualeguay los primeros maestros egresados de una institución educativa local. 

Los primeros maestros se recibieron en 1912 y la nómina estuvo integrada por Teresa Elizarán, Isolina Alarcón, Leopoldina Alvarez, María Virginia Beherán, María Caccia, Margarita Hereñú, Rosa Cimeo, Elvira Echeverry, Malvina García, Francisca Herrero, V. Jurado, María L. Petre, Paulina Ricou, Eulalia Sabbioni, María A. Zavalla, Matilde Zincugui, Rodolfo Saavedra y Jacinto Julián.
Muchos de estos egresados pasaron luego a formar parte del cuerpo docente de la escuela que les otorgó el título, desempeñándose bajo la dirección de Fidel L. Alvelda.
Antes de ocupar en 1922 el cargo máximo dentro de la Escuela, Alvelda fue director de grados, secretario de la dirección, catedrático en el Curso Normal Regente del Departamento de aplicación, vice director y profesor de Matemáticas, Geografía, Geología y Derecho Constitucional.
Su obra no solo fue destacada por los logros en materia educativa, sino que durante sus casi 34 años en la institución, se realizaron ampliaciones en el edificio, construyéndose laboratorios, gabinete, aulas, salón de actos, servicios, pieza de ilustraciones y museo.

 La gestión de Alvelda al frente de la Escuela fue subrayada por nuestros copoblanos, y también por visitantes de otras ciudades. Así podemos resaltar el informe que realizara el inspector escolar profesor Espoale, quien en 1938 admira la excelente disciplina de los alumnos, la preparación del personal docente y la higiene y limpieza del edificio. (1)
Otro que se gratificó con la visita a la hoy centenaria institución educativa, fue Adrián Patroni, corresponsal de la Agencia Noticiosa Saporiti de Buenos Aires. Su interés por conocer la casa de estudios y a su Director, venía de los comentarios que el Inspector General de Enseñanza Secundaria del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de la Nación, Pascual Guaglianone,  le realizó en reiteradas ocasiones. 

La impresión que se llevó el periodista del Director Alvelda no fue distinta a la del inspector general y así lo expresó en una extensa nota publicada en el Diario La Mañana de Gualeguay. A continuación se extrae un breve párrafo: “Advertimos de inmediato que enfrentábamos a un hombre de inquietudes, profundamente enamorado de lo que tiene entre manos. Lógico nos pareció que nos hablara de ella, con ese fervor de artífice de buena cepa de sus obras, cuando vive del arte y para el arte”.(2) 

 La trascendencia que tuvo Alvelda para la Escuela Normal y Gualeguay puede resumirse en la expresión que publicara el Diario El Día: “[…] la Escuela Normal y el Profesor Fidel Luis Alvelda forman un todo que es el principal puntal de la cultura en Gualeguay.
Nuestra escuela Normal ha encontrado en su actual director el complemento acertado para cumplir su noble misión de apostolado intelectual”.(3)
Este actor de la historia educativa, se desempeñó como docente en la Escuela Normal durante casi 34 años ininterrumpidos. 

Según el periodista Adrián Patroni, corresponsal de la Agencia Noticiosa Saporiti, “Conversando con profesores de esa escuela, después de la visita, fuera del establecimiento, nos dijeron que su director se distinguía por su fervoroso espíritu de maestro, que sus métodos y merecimiento le han permitido mantener siempre una disciplina sin violencia […]. Todo esto es muy honroso para la Escuela que nos ocupa, para su director y el cuerpo de profesores” (4)

Cuando en 1941 la promoción de maestros de 1916 cumplía sus bodas de plata, asistió a una clase de Geografía dictada por el profesor Alvelda. En ese entonces, uno de los maestros que compartía con sus compañeros de promoción la clase magistral, destacó que las enseñanzas del ilustre docente, habían marcado su vocación como maestro, poniendo en práctica el aprendizaje adquirido. Finalizada la clase, otro de los ex alumnos de Alvelda, Demetrio García, improvisó unas palabras, en las que recordó con emoción su paso por las aulas y reconoció con elogios la tarea del maestro que acabada de hablarles.(5)
 En un artículo publicado por el Diario La Mañana, se lee: “[…] el profesor Alvelda puede contemplar los bellos frutos de su afanosa consagración al noble apostolado: una gran legión de maestros desparramada por el país, la simiente fecunda del saber y la escuela […]” (6)

Después de tantos años entregados a la tarea educativa, fue recompensado con la jubilación en noviembre de 1942. Un mes después fue homenajeado por sus amigos, colegas y alumnos. El acto tuvo lugar en la escuela Normal, donde la vicedirectora Leopoldina A. de Lasa, despidió a su superior con un discurso en nombre de todos los docentes, entregándole además una medalla de oro y un pergamino. Seguidamente hablaron los alumnos Horacio Barroetaveña y Haydee Benavente, quienes también ofrecieron presentes en representación del alumnado. Otra alumna sucedió a sus compañeros, recitando “Vals del Adiós”, poesía del doctor Roberto Beracochea.

Los discursos fueron acompañados por canciones y números musicales en piano y violín, ejecutados por alumnos y profesores.
Finalmente y después de recibir un merecido homenaje, Alvelda pronunció el último discurso como director de la Escuela Normal. En sus palabras de despedida resaltó “[…] las normas inquebrantables a que había ajustado su actuación docente, declarando su fe en los principios democráticos y su lealtad a las libertades civiles y políticas […] señaló los conceptos que deben tenerse presentes para la formación espiritual  de la juventud y dijo que su vinculación con la escuela […] no había terminado con su jubilación, pues el alma de aquella continuará viviendo en él” (7)

CITAS

 (1)Cf. “Un informe honroso para nuestra Escuela Normal”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 8 de noviembre de 1938. Pág.1
(2)PATRONI, Adrián. “La Escuela Normal y su Director”. Diario La Mañana”. Gualeguay. Domingo 1 de Diciembre de 1940. Pág. 1
(3)“Escuela Normal Mixta de Maestros”. Diario El Día. Gualeguay. Jueves 1 de febrero de 1940. Pág. 5
(4)PATRONI, Adrián. “La Escuela Normal y su Director”. Diario La Mañana”. Gualeguay. Domingo 1 de Diciembre de 1940. Pág. 1
(5Cf. “Los maestros de 1916 celebran el 25º Aniversario de su Graduación”. Diario La Mañana. Gualeguay. Domingo 21 de Septiembre de 1941. Pág.1
(6)“Prof. F. Luis Alvelda”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 14 de abril de 1942. Pág. 1
(7)”Fue objeto de un elocuente homenaje el profesor F. Luis Alvelda”. Diario La Mañana. Gualeguay. Martes 22 de diciembre de 1942. Págs. 1-2