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Acerca de alumnos y maestros


Hace ya bastante tiempo, cuando cursaba el último año del bachillerato, el profesor de historia compartió con la clase su pensamiento acerca de las instituciones de enseñanza y sus principales actores: los profesores y los alumnos. En ese momento no lo entendí y hasta debo haberlo calificado de absurdo, pero callé mis dudas porque además de profesor era el rector del colegio y me merecía el mayor de los respetos no sólo por esto sino por ser una persona que mantenía un fluido, amable e inteligente diálogo con los alumnos de todo el colegio. Avaló el profesor su teoría con ejemplos de la historia universal que mucho conocía pero igualmente no me convenció y no le di importancia porque en ese momento la docencia no entraba en los planes de mi futuro. Más aún, explícitamente negaba esa posibilidad.

Tiempo después, luego de cursar algunos años de una carrera universitaria que nada tenía que ver con mi futura ocupación laboral y asistir a clases privadas donde buscaba dilucidar ese mundo de las imágenes que mucho me atraía, ingresé a una asociación de cine experimental cuya particularidad establecía que los nuevos socios eran capacitados por los más antiguos sin la clásica estructura escolar. Cabe aclarar que en esos años no había en el país enseñanza formal de cine. Recién daba sus primeros pasos la Escuela Documental de la Universidad del Litoral que fundara Fernando Birri en la ciudad de Santa Fe.

Al poco tiempo de ingresar a aquella asociación, el instructor de una de las asignaturas que seguía, debió viajar al exterior por cuestiones laborales y me ofrecieron hacerme cargo de dicha capacitación. Los directivos y el mismo instructor consideraron, evaluando mis participaciones en clase y las ponencias e investigaciones que presentaba, que estaba en un pie de igualdad con el resto de los titulares de cursos y bien podía hacerme cargo de esa situación. Me negué; la docencia seguía ausente de mis planes, pero la insistencia y la seguridad de la anulación de ese curso si no me hacía cargo, me pusieron al frente del mismo, colmado de incertidumbre y de temores.

Mi sorpresa no sólo provino de la aceptación satisfactoria de mis ex compañeros convertidos en mis alumnos y de los directivos por lo acertado de su decisión, sino especialmente por el goce que yo experimentaba, no por transmitir lo que sabía sino por ayudar a otras personas a recorrer su aprendizaje, a encontrar su propio camino al conocimiento. Ahí descubrí que tenía un don natural y personal para estos menesteres que debía pulir, perfeccionar y enriquecer con el estudio, pero que tenía mucho que ver con el pensamiento de aquél profesor del secundario que en su momento no había valorado.

La historia posterior no es tema de este comentario, pero el núcleo del párrafo anterior recorre y sustenta cada una de las nueve notas sobre enseñanza y aprendizaje que publiqué en este blog.

En cuanto al pensamiento o teoría de mi viejo y querido profesor de historia, tratemos de descubrirla en el contenido de las notas o, si es necesario, lo dedicaremos una nota especial con toda la seriedad del caso. Mi deseo es que sean de utilidad para maestros, alumnos, padres, autoridades, ciudadanos todos. Porque la educación es tarea de todos. 

Nos quedamos mirando el pizarrón. 

 Jorge Surraco Ba